El salvajismo en el estacionamiento de un pub es ilegal. En los campos de rugby, es una cuestión de orgullo nacional.
El rugby, en particular, se caracteriza por las carreras a gran velocidad y las colisiones físicas. Sin embargo, otros deportes de contacto como el fútbol americano, el boxeo, la MMA y la lucha libre, también podrían venir a la mente como ejemplos en los que la violencia. Que, lejos de ser condenada, es alabada y disfrutada.
En 2020, Eddie Jones, entrenador de la selección inglesa de rugby, fue citado en el periódico The Guardian diciendo: «Francia puede esperar brutalidad absoluta por parte de Inglaterra, vamos a salir ahí fuera y asegurarnos de que entienden lo que es el rugby de competición. Se trata de ser brutal, de ser físico y de dominar el balón parado».
Entonces, ¿cómo distingue la gente los enfrentamientos violentos en los deportes de contacto de otras formas «malas» de violencia?
Rugby: Deporte violento, o sociedad violenta?
Delphine Dion, catedrática de Marketing de la Escuela de Negocios ESSEC, y sus colegas de la Escuela de Negocios KEDGE y la Escuela de Negocios NEOMA (todas de Francia), publicaron una investigación según la cual celebrar la violencia y burlarse de ella la hacen más aceptable socialmente en el contexto de los partidos de rugby.
Según su estudio, consumidores, jugadores y periodistas dramatizan los partidos de rugby como escenarios bélicos en lugar de civiles.
Por ejemplo, el lenguaje en torno al rugby relaciona el campo con un «campo de batalla», a los jugadores con «guerreros» y a los aficionados con «ejércitos». Los rituales previos a los partidos, como el haka, tienen su origen en tradiciones marciales. Transportado a esta realidad alternativa, el partido se desarrolla en una situación en la que se acepta representar y recibir violencia.
La hipocresía de condenar, y disfrutar
Al mismo tiempo, las grotescas actuaciones en directo y las divertidas canciones restan dramatismo a la violencia, haciéndola más fácil de procesar.
En 2010, un partido entre el Toulon y el Stade Français comenzó con cuatro gladiadores con el torso desnudo, taparrabos rosas con estampado de leopardo y ostentosos piercings en los pezones que arrastraban una roca de cartón por el campo, de la que saltó una mujer en topless para presentar el balón del partido.
Desde 2005, el Stade Français ha estrenado con regularidad extravagantes diseños en sus nuevas camisetas, lo que le ha valido el apodo de «Ejército Rosa».
«Existe una tensión entre celebrar y burlarse de la guerra al mismo tiempo, lo que significa que la violencia puede percibirse como falsa o divertida. Lejos de cuestionar la violencia, estas prácticas son una forma de evitar las críticas y reforzar la valía de la violencia», afirma Dion.
Los nuevos cambios en las reglas
Su investigación revela que los consumidores y los profesionales también justifican la violencia en el juego defendiendo su adhesión a las reglas del deporte. Los tackles con lanza, en los que un jugador levanta a otro y lo deja caer para que caiga sobre su espalda, cabeza o cuello, solían ser legales.
En 2009, la World Rugby dictaminó que debían recibir una tarjeta roja directa. Mientras que antes los aficionados aplaudían los tackles con lanza, ahora muchos los ven con ojos críticos, y pueden llegar a considerar al jugador infractor un cobarde hasta cierto punto, por infringir las normas.
No hace falta forzar demasiado la imaginación para imaginarse las lesiones que podrían derivarse de una maniobra semejante. Huesos rotos, articulaciones dislocadas, daños en la columna vertebral. Las lesiones son una característica de todos los deportes, especialmente de los deportes de contacto.
En el rugby, son frecuentes. En tres años de partidos de rugby profesional en Francia se produjeron 2.208 lesiones, una media de cuatro lesiones por partido. Sin embargo, los aficionados siguen acudiendo en masa a los estadios. Los partidos de la ronda final de las competiciones de la Liga de la Unión Francesa de Rugby atraen regularmente hasta 80.000 espectadores.
Los locutores deportivos estetizan deliberadamente las interacciones sobre el terreno de juego, para que parezcan más espectaculares y dramáticas. Las cámaras evitan mostrar hemorragias o lesiones, y ven a los jugadores gravemente heridos desde una distancia remota.
En caso de conmoción cerebral confirmada o sospechada, los protocolos médicos se llevan a cabo en el vestuario, lejos del público. En el campo, los jugadores lesionados son rodeados por personal médico y cubiertos con una sábana. Fuera del campo, los periodistas, los espectadores y los propios jugadores evitan utilizar términos que pongan de relieve el dolor que sufren estos deportistas, sugieren los investigadores. Palabras como dolor, sufrimiento y herida son tabú. La combinación de estos factores crea la ilusión de un juego no violento.
¿Deberían modificarse las actitudes? Los investigadores creen que sí, y tienen algunas sugerencias sobre cómo hacerlo.
«Nuestras conclusiones nos permiten ofrecer algunas recomendaciones a todas las empresas que participan en organizaciones deportivas de competición, como los órganos de gobierno, los productores, las cadenas de televisión y los locutores deportivos, para evitar o limitar la justificación de la violencia», afirma Dion.
Los medios de comunicación y los organizadores de competiciones deberían evitar hacer referencias bélicas en relación con el rugby, y ofrecer contenidos sobre lesiones, consecuencias, cambios en las reglas y equipos de protección, para crear una imagen más veraz y menos glamurosa de la violencia en los campos de rugby.
Sin embargo, algunos podrían argumentar que la ilusión es la cuestión. Que, sin un elemento de peligro, la emoción de ver deportes se reduce mucho. Al fin y al cabo, la violencia se limita al campo y a los confines del juego, así que ¿qué daño podría causar?
Pero todos hemos visto casos en los que hinchas apasionados se enfrentan, especialmente después de partidos en los que hay mucho en juego y muchas emociones.
En diciembre de 2022, hinchas franceses y marroquíes se enfrentaron en ciudades de Francia y Bélgica. La policía antidisturbios tuvo que intervenir. En Montpellier, un niño de 14 años fue atropellado. Fuera de esas realidades alternativas cuidadosamente construidas, cuando no se trata de un partido, se impone la simple verdad de la violencia.
Y es horrible.
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